Se estima que entre 3 y 6% de los recién nacidos en todo el mundo sufren algún tipo de condición hereditaria, aunque no todas son serias. Algunos de estos desórdenes genéticos se detectan durante el embarazo, otros en el nacimiento, mientras que otros puede pasar desapercibidos hasta que los niños crecen o incluso desarrollarse durante la edad adulta.
Las causas más comunes para derivar pacientes pediátricos a una unidad de genética en base a su incidencia son: errores congénitos del metabolismo (1 de cada 800 nacimientos), síndrome de Down (1 de cada 700 nacimientos), síndrome del X‐frágil (1 de cada 5,000 nacimientos) y desórdenes de almacenamiento lisosomal (1 de cada 7,000).
No obstante, hay un número cada vez más creciente de enfermedades cuya frecuencia es mucho más baja (menos de 5 de cada 10.000 nacimientos) y se denominan enfermedades raras o minoritarias y debido a la escasez de los casos estudiados, el diagnóstico sin un análisis genético se convierte en un proceso largo y complicado.